Echaré de menos las colas de las fugaces meriendas y las prisas para llegar al gimnasio.
Echaré de menos el miedo a ser pillado cuando me cuelo en residencia.
Echaré de menos el buffet libre del último jueves de cada mes. Y el poder repetir de segundo en este día.
Echaré de menos la satisfacción de encontrarte la primera taquilla del comedor vacía.
Echaré de menos el sufrir en la odiosa turbina.
Echaré de menos la a veces excesiva arrogancia de los fisios.
Echaré de menos a Rospi y a su acento.
Echaré de menos los teipings perfectos que hace Marta.
Echaré de menos las broncas que me pega Marta por estar jugando con el Ipod mientras me masajea el lesionado pie.
Echaré de menos el poder saltarme el partido del jueves con la excusa del teiping.
Echaré de menos la pista de atletismo cubierta y la de cosas fantásticas que suceden en ella mientras me dirijo hacia los médicos.
Echaré de menos los cumplidos de los profes de lengua.
Echaré de menos a Angie, la mejor profesora de ingles que he tenido y a la vez la mujer más loca que he conocido.
Echaré de menos el poder dibujar y escribir en clase.
Echaré de menos el gimnasio y sus aparatos.
Echaré de menos el estar hablando en el suelo eternamente.
Echaré de menos las conversaciones en las duchas y los cambios que estás producen en la gente.
Echaré de menos la comodidad con la que uno puedo hacer elementos en los aparatos de ese gimnasio.
Echaré de menos la arrogancia algo justificada de Gervi, el cariño escondido en las indirectas letales de Víctor y la mezcla de adjetivos que pueden definir a Miguel.
Echaré de menos al “calvo cabrón”, sus chistes, sus historias, su música metal y todas las cosas que me ha enseñado.
Echaré de menos el comer junto a toda esa gente.
Echaré de menos lo repetitivos y chulos que pueden llegar a ser los de waterpolo.
Echaré de menos el ver a uno de tenis o golf y saber al instante que tiene pasta.
Echaré de menos a los de natación y el buen rollo que SIEMPRE les acompaña.
Echaré de menos el respeto que uno no puede evitar tener hacia los de lucha.
Echaré de menos el humor manresano que aún no consigo entender.
Echaré de menos las sonrisas de jocker y las caras de sorpresa de la peque de trampolín.
Echaré de menos los ojos color cielo de la chica del Vendrell y lo fantástica que es. Y el ver como se estresa sin motivos.
Echaré de menos tatuar con permanente “Adelaida” en un brazo acostumbrado a levantar y aguantar mucho.
Echaré de menos a la rebelde con la que he hablado de cosas que normalmente ni se mencionan. Y el llevarle la contraria.
Echaré de menos los 2 metros 5 de Lessi y el sentirme enano cuando se me acerca.
Echaré de menos a las incontrolables de femenina y sus apocalípticas alianzas con las de rítmica.
Echaré de menos a “JumpStile”, su competitividad y su pasión por la gimnasia.
Echaré de menos a Pedrito y su manera de hacer gimnasia, porqué aunque haya gente que la desprecia, a mí me encanta, como sus dibujos.
Echaré de menos al negro, su carácter, su energía que parece no agotarse nunca.
Echaré de menos al ruso, a mi manera, pero lo voy a echar de menos, lo sé.
Echaré de menos a Pagli, sus tonterías a veces divertidas, lo alocado que es y su curiosa forma de ver muchas cosas.
Echaré de menos a Legolas, sus ojos de búho que han terminado por inspirarme y lo increíblemente testarudo que puede llegar a ser.
Echaré de menos a Ayshel, al que creo haber cambiado positivamente en algunos aspectos.
Echaré de menos a los mayores, porqué aunque a veces no me caigan bien, en el fondo son buena gente.
Echaré de menos a Fredi, porqué aunque no lo vea casi nunca, el confió en mi cuando no estaba en mi mejor momento y me dio una oportunidad.
Echaré de menos el ver el luminoso crepúsculo de vuelta a casa.
Echaré de menos dormir en el coche.
Echaré de menos todo lo que he conocido.
Echaré de menos a toda la gente.
Echaré de menos este año.
Echaré de menos el CAR.
Mucho.