Notó un frío abrasador a lo largo y ancho de su cuerpo. Estaba en el suelo, con la parte derecha de su rostro pegada a las baldosas que de no ser por su color gris verdoso, podrían haber sido hielo. Le costó lo que le pareció una eternidad retomar el control sobre sus músculos, aparentemente inconscientes. Lentamente, fue levantándose, y cuando por fin consiguió sentarse, miró a su alrededor.
A su alrededor se cernía una caverna gigantesca y alargada, con techo alto y forma de bóveda del que colgaban una infinidad de carámbanos de hielo. Las paredes eran del mismo color que las baldosas del suelo, y desprendían la misma brisa que helaba el aliento. Había dos largas hileras de columnas a derecha y izquierda que como un ejercito de soldados durmientes sostenían el peso del techo. Parecía una catedral. Una catedral construida en medio de un glaciar. Y donde las columnas desaparecían para dar lugar a un imponente altar de mármol blanco, volvía a estar él. El hombre de melena color platino, esta vez vistiendo un traje de satén azul celeste y un abrigo de terciopelo blanco. Brillaba más que cualquiera de las columnas, más incluso que el techo.
Y entonces el chico recordó. Recordó la mansión en lo alto de la rampa de hormigón, recordó la puerta de madera negra y las hadas que hacían de picaporte. De golpe, una luz de alarma se encendió en su cabeza, una luz que le mandaba huir. Abrió los ojos y miró al hombre que lo miraba desde el altar, comprendiendo. Y recordó el horror. Sus compañeros de clase desechos en medio del recibidor de la mansión. La sangre. Los gritos ahogados y las vísceras desgarrando la pureza de las paredes exquisitas y del suelo perfecto. Se palpó el brazo y notó asqueado que parte de su compañero seguía en su brazo, así como en su rostro, trozos de carne y sangre que empezaba a coagularse, transformándose en una masa negruzca y heterogénea.
Volvió a alzar la vista y comprobó aterrorizado que el misterioso hombre estaba a menos de tres metros de él. Intentó retroceder, arrastrándose por el suelo usando solo los brazos dado que las piernas aún estaban dormidas a causa del frío. Miró en todas direcciones, buscando algo que le permitiera huir de esa tumba helada, una puerta, una ventana, lo que fuera. No había salida, solo escarcha.
El hombre dio un silencioso paso hacía él. Luego otro. Y otro. Estaba demasiado cerca, podía ver su piel perfecta, sin arrugas, sin defectos, como si fuera porcelana. Y sus ojos que brillaban como dos supernovas en medio del universo. Dio otro paso. Lo tenía a menos de un metro. El chico dio un grito ahogado, un suspiro agudo que resonó entre las columnas y los carámbanos. Quería alejarse de ese ser, huir de esa catedral, de ese infierno de hielo, de ese demonio angelical que se le acercaba. Veía a su muerte entre terciopelo y satén. Un último paso.
El hombre alargó la mano y lo agarró por el cuello de la camiseta. Lo levantó como si de una muñeca se tratara. El joven notaba su corazón retumbando en su interior, incluso pidiendo auxilio en cada latido desesperado, rogando por seguir con vida. Apenas podía respirar, el aire congelado entraba en sus pulmones y emanaba de ellos entrecortadamente, en forma de pequeñas nubes de vapor. Intentó suplicar con palabras, pero de entre sus labios cortados solo salieron ruidos carentes de sentido. Pero pareció que el hombre intuyó que quería decir algo. Sonrió, del mismo modo en que lo había hecho en la mansión antes de acabar con la vida de su clase. Ya estaba, pensó el chico, se acabó. Y entonces el hombre habló, un susurro que sonó como un réquiem silencioso.
- Shhh... Tranquilo... La muerte.... aún tardará en alcanzarte.
Entonces, las baldosa heladas desaparecieron y se abrió un agujero negro sin fondo. El chico alzó el rostro, miró al hombre con ojos suplicantes y mientras las lágrimas empezaban a manar, éste lo soltó.
Gritó. Y sus alaridos de terror y odio golpearon las profundidades, maldiciendo al hielo de la catedral, al hombre de cabello color platino y su traje de satén azul.
Me ha encantado la ambientación de la catedral:3 El hielo, las columnas, los carámbanos... ¡Y el hombre! Me recuerda al cuento de la Reina de las Nieves pero caracterizando a la reina como un ente masculino. A mí ese cuento de pequeña me daba algo de miedo lo admito xD Pero tu historia es muy chula en serio. Estos Dreaming Out Loud con tanta fantasía de por medio me encantan.
ResponderEliminarOye siento no haberme pasado antes T.T Te digo lo mismo que me dijiste tú a mí y es que ver un post sin comentar duele. Y cuando pueda prometo poner 100 cosas sobre mí el caso es que estos días hago entradas cortas a falta de tiempo xD.
Petoneeeeets per a tu també! :3
Thankies Aki, seriously, thankies :)
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