The End

Se acabo, no voy a seguir con esto. Estoy cansado. Exhausto. Exhausto de aguantar tanto sufrimiento inútil, de tener que hacer tantísimo esfuerzo, de tener tanto miedo. Ya no puedo más. 

La gimnasia que hago ahora ya no me gusta. Esta gimnasia ya no me llena como lo hacía antes. No me da satisfacción, ni alegría, ni ánimos para seguir adelante. Miento, puede que me de todo esto. Pero ya no es suficiente, ni mi cuerpo ni mi mente están dispuestos a aguantar está losa que se postra sobre mí. El deporte que me gustaba se fue y me dejó solo ante un enemigo real. Un enemigo al que creí poder hacer frente, al que yo pensaba que podía ganar y derribar con facilidad. No pude. 

He luchado contra el durante un año entero, he intentado convivir con él, hacerlo una parte de mí, convertirme en su aliado. He fracasado. Soy incapaz de seguir luchando. Él es demasiado fuerte, es un obstáculo, una montaña que tengo que escalar. Empecé a subir, a trepar por cornisas imposibles, a saltar de saliente en saliente, arriesgándome a caer en el vacío. Fue entonces, cuando me di cuenta de lo alta que era esa montaña. Pero hubo algo peor, algo mucho más terrible. El darme cuenta de que apenas había escalado nada, que lo que había hecho hasta ahora era un simple sendero fácil. 

He llegado donde todos querían, eso es cierto. He hecho gran parte de lo que se me pedía. Tantas personas han sufrido por un sueño mío, el llegar a esa cima... Algo que realmente solo me beneficiaba a mí. Me ayudaron, confiaron en mí. Tiempo malgastado que esas personas posiblemente habrían preferido invertir en otras cosas. No en mí. De verdad que han sufrido tanto... Y ahora yo desprecio este sufrimiento y este sacrificio tirándolo todo por la borda, abandonando.

Pero es que al fin y al cabo, estoy yo. Yo. Adso.

Y mi vida. 

Y aunque se me entregaba la mejor de las cuerdas, el mejor objeto para escalar, dije no. Porqué por mucho que tengas una buena cuerda, aunque tengas la mejor de todas, el viento y las tormentas de nieve siguen azotando la montaña. Y azotándote a ti también. A estas tormentas no les importa la cuerda, te arrojan a la nada sin piedad, independientemente de lo que lleves encima, del objeto que te ayude en el ascenso.

Pero desde las precoces alturas, miro lo que me rodea. Y entonces los veo. Caminos. Senderos que no pude ver cuando apareció la montaña, porqué me atrajo el reto, el reto de subirla, de llegar a la cima. Están ahí debajo, llamándome con susurros.

Así que me bajo, empiezo a descender. El descenso no será fácil, lo sé, sé que me encontraré con obstáculos que querrán obligarme a seguir subiendo. Pero he tomado mi decisión, llegaré a bajo. Y cuando mis pies toquen el suelo, retrocederé. Y cuando la montaña se vea ya algo lejos, me daré la vuelta y alzaré la mirada hacia el horizonte.

Luego escogeré uno de esos caminos y empezaré a andar.

Y también sé otra cosa. Sé que cuando escoja el camino, cuando lleve andando un tiempo, aparecerá una nueva montaña. Una montaña que según algunas voces, habría podido saltar, si hubiese escalado la anterior. Pero no. Porque será una montaña distinta, un obstáculo diferente.

Porqué no hay dos montañas iguales.  

Weeeeeeeeeeeeell, relato, escrito, llamadlo como queráis, "basado en hechos reales". ¡Pero que nadie se piense que voy a dejar la gimnasia! No, para nada, es solo que ya no voy a ir tan en serio (actualmente entreno cinco horas diarias...) 

Así que seguiré haciendo mortales, pero más... digamos... relajadamente XD.

Kisssssssssssssssus ^-^

PD: Próximamente esbozos de Lady Kai de Esmerdis ;)