Sábado, 10 de la mañana, Valencia.

Estoy en el hotel Holiday Inn, en la habitación 200, echado en la cama, escribiendo esto y con Ayshel al lado leyéndome asco de vida. El ya ha competido.

En el Campeonato de España.

Voy bastante seguro. Lo que tengo que hacer dentro de pocas horas ya lo he hecho antes, en los entrenos. Sé que hacer, como hacerlo, cada movimiento, cada paso, cada apoyo, donde poner cada pie, cada mano, donde mirar. Esta controlado, lo hago bien. 

Sí, voy a hacerlo bien. Tengo que hacerlo.

Por este año. Por mis padres, que han aguantado los 1000 kilómetros semanales para llegar al gimnasio. Por mis padres, que han sacrificado gratamente una parte del tiempo perteneciente a mis dos hermanos por mí. Por mis padres, a los que defraudé (aunque lo nieguen) cuando les dije que lo dejaba. Por mis hermanos, porque han aguantado mi ausencia de una forma increíble. Por Oscar, el entrenador, porque sin el no iría seguro. Por todos los amigos y compañeros del CAR, por sus ánimos, sus palabras, sus consejos. Por los gimnastas, porque no tiene precio escuchar “¡Vamos Adso, fuerte!” cuando estás a punto de empezar un ejercicio. Por todas las personas que no voy a mencionar pero que me han  ayudado igual. 

Por todos ellos voy a mandar al carajo los nervios que me hieren el estómago, el dolor en el tobillo y el cansancio que me corroe los músculos. Voy a salir ahí, voy a levantar la mano y voy a ser el gimnasta que soy. Voy a ser Adso. 

Y no me importa lo que haya dicho la gente. No me importa que hayan dicho que no me he esforzado, que no he luchado, que no he superado mis miedos. No me importa si hay gente que cree que ha perdido el tiempo conmigo. No me importa si ciertas personas creen que soy un cobarde que se pasa a un deporte de maricones. No me importa si algunos dicen que mis padres y mi familia en general no se deberían haber esforzado tanto por mí.

Me da igual y sé que a las personas que me quieren tampoco les importa eso.

Con eso me basta. 

Así que Adsi, a por todas.